Ya era hora de que a Colombia le llegara
su hora. Redundancia de conceptos pero es cierto. Y esta vez no hablo ni de la
inversión extranjera, ni de las exportaciones ni del aumento del turismo.
Factores que, de igual manera, son un augurio de esperanza para un país que
oculta su eterna crisis con la folclórica frase de “somos el país más feliz del
mundo” o la tradicional “lo mejor de Colombia es su gente”. Sí, esa misma que por boicotear precisamente
el tema que se tocará hoy, arma un sinfín de ridiculeces que lo único que
realza es, su torpeza.
Retomemos el rumbo y vayamos al tema
central: cada vez más, entre más se ve afectado por tantas críticas, más
fuerza, renombre y reputación va tomando el Festival Estéreo Picnic. Este año
no tuve la fortuna de ir como lo hice el año pasado. Pero según me contaron y
pude apreciar en las ochocientas millones de fotos que me inundaron las redes
sociales, el aspecto, la organización y la adecuación del lugar fue similar.
Como era de esperarse, las críticas
iniciaron desde el día cero: una vez se
terminó de anunciar el lineup de este años con la presencia de Calvin Harris,
los internautas ya iban por la mitad de la redacción de sus mensajes de
descontento ante la baja “calidad” de artistas que venían a Bogotá en marzo de
este año. Miren, el único precedente de que dos “superartistas” hayan tocado
sobre la misma tarima fue cuando en una misteriosa fiesta-concierto en Cali en
1992, Roger Daltrey (The Who) y David Gilmour (David Gilmour, tenga grupo o no)
tocaron juntos un par de canciones. ¿Cómo no se van a conformar con Kings of
Leon, Andrés Calamaro, Foster the People o el mejor guitarrista activo hoy en
día (claro, sin contar los extraterrestres de Keith Richards o Jimmy Page),
Jack White?
Les quiero comentar que este mismísimo
repertorio, con unas modificaciones especialmente de artistas locales, fue el
mismo que dos días después tocó en el Lollapalooza de Chile y 7 más tarde, en
el Lollapalooza de Argentina. Así que no
digan que en Colombia las cabezas de repertorio son los secundarios de otros
festivales.
Un rápido ejemplo. Glastonbury,
considerado por quien le escribe el festival de mayor importancia en el mundo
es llevado a cabo en julio de cada año en Somerset, UK. Confirmado para este
año están los Foo Fighters, quienes dieron rotundamente el concierto del año en
Colombia hace dos meses en el Campín. Rumores hay varios, entre ellos Katy
Perry (confirmada para octubre); Kanye West (que mejor no venga); Alt-J (aquí
estuvo en el FEP); Foals (le abrió a Red Hot Chili Peppers en septiembre de
2011); Rihanna y Pharrell Williams. Argumento número uno desmentido.
Una vez se cansaron de criticar a la
banda que había armado Estéreo Picnic (productores que según he visto no
superan los cuarenta años, digno de admirar), los comentarios se centraron en
sus billeteras. Como siempre, el colombiano indignado e indispuesto a pagar una
suma de dinero por algo que sí vale la pena y ojo, más importante aún, de
calidad. De nuevo, al tablero y a hacer cuentas. En la última etapa, que era la
más cara, el combo de 3 días costaba 595.000 pesos. Esos son 198 mil pesos por
día, o 9 mil pesos por artista. 9 mil pesos por ver a Rudimental o 18 mil para
ver a Rudimental más The Kooks. No esperen. 27 mil pesos para tener en una
tarima enfrente a Kings of Leon, el pasado y el presente de Aterciopelados y al intratable Jack White. 27 mil pesos es
lo que cuesta un pasaje en bus a Tunja y la lechona en el trayecto. Yo me
inclinaría por la lechona. Yo, eh.
Para contextualizar un poco más, Imagine
Dragons (próximo 21 de abril en el inestable e impar Simón Bolívar), grupo que
en el escenario deja a un lado lo comercial y se pone el atuendo de músico
profesional y experimental, están cobrando una tercera parte del combo de los
tres días de Estéreo Picnic. Es decir, la disyuntiva está entre ver tres veces
a Imagine Dragons o ver a 61 artistas. Yo aún sigo optando por la lechona.
Por último quería resaltar un aspecto que
me dejó atónito y que cada vez que toqué el tema del festival en estos días
hablaba con una perplejidad sobe el asunto. La organización, la logística, el
manejo de las personas, las instalaciones, el montaje y la ubicación de los
distintas áreas dentro del complejo fueron factores que de verdad sí dejan una
muy buena impresión de la gestión de los realizadores. O es que las demás
compañías nos tienen muy mal acostumbrados que a cualquier asomo de decencia
quedamos desconcertados. Este hecho fue el que me dejó a mí, y espero que a
muchas más personas, un dulce sabor de lo que está por venir en el país en
materia de conciertos y eventos de participación masiva. Ya era hora que
pudiéramos tapar ese hueco en el que nos estábamos socavando tanto.
Espero que quienes hayan tenido la
fortuna de ir (especialmente el jueves) hayan gozado el concierto, la música y
el ambiente. Y que hayan gozado un evento de semejante envergadura en su país.
Esperaremos con ansias el siguiente Estéreo Picnic y el anuncio de nuevos
festivales por venir.
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