miércoles, 11 de marzo de 2015

Sobre el respeto


Tal vez no. Con ese título no me dan ganas de leer esto. Me esperaría un tedioso ensayo sobre la moral y la ética. De esos que teníamos que leer cuando incurríamos a una travesura en el colegio a los 12 años. Pues por ahí va. No con el ánimo de hacer reflexionar sobre lo que hemos hecho, sino lo que somos. Y más importante: lo que veneramos. ¿Cuántos jóvenes en Rosario (Argentina) no tendrán pegados en sus paredes con inconsistencia fotos o afiches desteñidos de uno de los hijos más prodigiosos de la ciudad en los últimos tiempos? ¿O cuantos no habrán cambiado el fondo de su celular con una imagen de la camiseta número 22 del Real Madrid?

Triste saber que este personaje, el protagonista de la columna de hoy, quien tras tanto esfuerzo, trabajo y dedicación llegó a asistirle a Cristiano Ronaldo; o que a su vez llegó a ser nombrado el mejor jugador de la final de la Champions en Lisboa por su formidable actuación, esté en el ojo de las críticas por su formidable comportamiento de patán el pasado lunes cuando su equipo, el decaído Manchester United se jugaba la temporada por el único título que todavía podía obtener.

Faltaban casi 30 minutos para el final en un partido -como todos- inestable y duro para los de Manchester: sigue sin encontrarse, su director técnico pone dos volantes de ataque en la punta teniendo a un nueve entero de área –quien por más que su desempeño no sea el mejor actualmente puede tener la pericia para hallar el gol con más facilidad- y donde la ley del ex no se ausentó. Fue ahí cuando este jugador, con bronca por haber sido amonestado por actuación, “sujetó” con rabia la espalda del árbitro. Como si fuera su tío el que estuviera dirigiendo el juego y sus adversarios fueran sus primos. Como si estuviera en un bar y el colegiado le estuviera coqueteando a su señora. Fue el mismo gesto que hubiera hecho un niño de 12 años. Pero él tiene 27 años. Y se hace 280 mil libras a la semana. Y es padre de familia. Y es una imagen que la estaba viendo todo Inglaterra y medio mundo, porque la otra mitad seguramente lo vio después.

“No tiene excusa. No fue inteligente de su parte”. Dijo su jefe, el tosco e indescifrable holandés.  Pero claro que no fue inteligente de su parte. A quién se le ocurriría dejar a su equipo al borde del abismo con tantas variantes negativas: perdiendo, en casa, en fase de enfrentamiento directo, con uno menos. Lo que es más irónico es que la acción vino derivada de su rabia por haber sido amonestado por una falta que supuestamente le cometieron. Pues  adivinen qué: ¡Tampoco había sido falta! El arbitro fue claro y determinante: en 30 segundos lo expulsó por tramposo. Y eso que le dio una segunda oportunidad…

Puede que venga de jugar de un país donde tanto jugadores como espectadores tengan la imagen del árbitro como un ser que les hace la vida imposible y por eso no merece su respeto. Pues tocar al árbitro está prohibido en todos los países, sólo que unos lo castigan más fuerte que otros.

O a lo mejor el 7 del Manchester United jamás hizo la tarea de leer algún texto sobre el respeto cuando fue al colegio.

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