Había roto dos platillos. No fue su mejor
sesión de ensayo. Hacía unos días que llevaba peleando con su novia; no cagaba
bien y las resacas golpeaban tres veces más duros que el bombo que recién había
afinado. Salió de la sala, llovía, ni día ni noche, clima de carros estancados
y pitos, -me importa un culo, mejor a pie, hoy y siempre-. Era esa lluvia
fuerte, que moja más. Pero moja menos que una barrida total de un charco por
una camioneta, -mafioso hijo de puta-. Antes que bañarme, comer. Nevera, el jugo
de siempre, la Coca Cola en el punto donde el gas es cero, el jamón serrano que
trajo papá de Madrid en noviembre pasado. (Madrid? No fue Sevilla?). Es el
retrato que te recuerda que eres fracasado y pobre. Hace décadas que no
desquiciaba el reloj hasta hoy. –Siete minutos para el match, y secándome este
pelo que no entiendo por qué todavía existe me demoro 4 minutos. No alcanzas-.
Ese era el día más indignante de la
historia del deporte. Se iba a jugar un juego que nunca se debió jugar. Eran
los 45 minutos que el panadero le había rebatado a la humanidad, a la gloria, a
la pasión, al gol. Buenos Aires, la cancha; más fríos que si Riquelme se hubiera movido a
Brandsen 805. (Es 15 de junio, ¿no debería ser obvio?).
–Agh la previa–. En la pantalla, Despegar
a Cartagena. En la pared, un inglés de juego elegante, guapo. –Es sólo un
tiempo igual, me baño cuando termine, sólo espero que esta vez cuando salga del
baño no vea a 5 rayados llorando–. “El
partido en marcha” dijo Closs, esta vez más extraviado y taciturno. El twitter
no daba más. “No lo veo”, “lpqtp Argentina, Conmebol y AFA!”, “increíble cómo
los jugadores de River aceptan jugar semejante barbaridad”, “a qué horas llegan
los pasteles, panadero?”. El primero, el del disidente; el segundo, el del desairado;
número tres para el periodista inconforme; el cuarto, el inmaduro. Adivinen
cuál faveo yo.
Gol, atajada, offside, córner, gol (me
suena a Ramirazo), contra, contra, gol.
-Me cago en todo-
Se quitaba la camiseta, los pantalones,
¿por qué no los calzones de una vez? ¿Quién te va a ver?
–Me cago hasta en ti, narrador miserable-
Pues mira la hora en la que te estás
bañando bobo, ya te va a dar gripa igual
En cualquier otra narración, encontrarán
que el personaje subirá a una terraza a fumarse un pucho. Pues en esta baja a
fumarse un pucho. Qué mal que el portero no sepa de fútbol. -¿De qué sufrirá
este viejo? ¿Sufrirá? Igual en este instante estoy sufriendo es de cualquier
otra cosa menos del balón-.
De repente, ese viento frío y plácido
arrastró las nubes y ahí estaba el punto. Tanto serpenteo lo había alejado de
su verdadera consternación. Hace unos meses se la había dedicado y podría ver
toda la constelación de este mundo y del otro, pero siempre estaba ese punto,
que generalmente aparecía a las 6:15 de la tarde. -Apareces temprano para que
en situaciones de disconfort y discrepancia como hoy mi padecimiento sea mayor.
Algo no anda bien en mi vida. El que escribió mi libro del destino era
analfabeta.-
Escribir o no escribir. Esa es la
cuestión en tiempos modernos. ¿Quiñones? Con la jermu. ¿Ferro? Sigue en el
Nacional. –No, el enamorado-. Ah, ese. Pues, enamorándose.
-Si hubiera publicado esa nota a tiempo
tendría los noise-cancelling. Cancelaría la algarabía. La externa y la
interna.- Ya no sabe cuál es peor. Cuál aterra más. Cuál es más perjudicial.
Los platillos, los rotos y los enteros,
se secaban en el hall del primer piso. Tantos pensamientos no le habían dejando
un solo espacio en su apartamento.
La necesito ya. Me ando cagando en todo y
ahora la cagué. Ahora perdió Boca. Ahora perdí yo.
-Escribir. Le musitó el portero a la
televisión-.
-Debe ser la falta de gol la que tiene a
este jovie así-
-Una nota. Simple y breve. El único
mensaje que ha de quedar claro es que todo era por el bien de ambos. Para
hacerla más feliz a ella. Y en una servilleta. Evidencia desesperación-.
-¿Más?-
-Nunca hace falta-
La mesa, bañada en tinto color caramelo.
Podría llevar unas 3 horas y no se había secado.
-Esta bien. No aguanto más. La
impaciencia me arrebató todo. La amo. Le escribiré-
–Pero no sobre los platillos. Están
rotos, desadaptado–