miércoles, 20 de mayo de 2015

No es sobre

Había roto dos platillos. No fue su mejor sesión de ensayo. Hacía unos días que llevaba peleando con su novia; no cagaba bien y las resacas golpeaban tres veces más duros que el bombo que recién había afinado. Salió de la sala, llovía, ni día ni noche, clima de carros estancados y pitos, -me importa un culo, mejor a pie, hoy y siempre-. Era esa lluvia fuerte, que moja más. Pero moja menos que una barrida total de un charco por una camioneta, -mafioso hijo de puta-. Antes que bañarme, comer. Nevera, el jugo de siempre, la Coca Cola en el punto donde el gas es cero, el jamón serrano que trajo papá de Madrid en noviembre pasado. (Madrid? No fue Sevilla?). Es el retrato que te recuerda que eres fracasado y pobre. Hace décadas que no desquiciaba el reloj hasta hoy. –Siete minutos para el match, y secándome este pelo que no entiendo por qué todavía existe me demoro 4 minutos. No alcanzas-.

Ese era el día más indignante de la historia del deporte. Se iba a jugar un juego que nunca se debió jugar. Eran los 45 minutos que el panadero le había rebatado a la humanidad, a la gloria, a la pasión, al gol. Buenos Aires, la cancha;  más fríos que si Riquelme se hubiera movido a Brandsen 805. (Es 15 de junio, ¿no debería ser obvio?).
–Agh la previa–. En la pantalla, Despegar a Cartagena. En la pared, un inglés de juego elegante, guapo. –Es sólo un tiempo igual, me baño cuando termine, sólo espero que esta vez cuando salga del baño no vea a 5 rayados llorando–.  “El partido en marcha” dijo Closs, esta vez más extraviado y taciturno. El twitter no daba más. “No lo veo”, “lpqtp Argentina, Conmebol y AFA!”, “increíble cómo los jugadores de River aceptan jugar semejante barbaridad”, “a qué horas llegan los pasteles, panadero?”. El primero, el del disidente; el segundo, el del desairado; número tres para el periodista inconforme; el cuarto, el inmaduro. Adivinen cuál faveo yo.

Gol, atajada, offside, córner, gol (me suena a Ramirazo), contra, contra, gol.

-Me cago en todo-
Se quitaba la camiseta, los pantalones, ¿por qué no los calzones de una vez? ¿Quién te va a ver?
–Me cago hasta en ti, narrador miserable-
Pues mira la hora en la que te estás bañando bobo, ya te va a dar gripa igual

En cualquier otra narración, encontrarán que el personaje subirá a una terraza a fumarse un pucho. Pues en esta baja a fumarse un pucho. Qué mal que el portero no sepa de fútbol. -¿De qué sufrirá este viejo? ¿Sufrirá? Igual en este instante estoy sufriendo es de cualquier otra cosa menos del balón-.

De repente, ese viento frío y plácido arrastró las nubes y ahí estaba el punto. Tanto serpenteo lo había alejado de su verdadera consternación. Hace unos meses se la había dedicado y podría ver toda la constelación de este mundo y del otro, pero siempre estaba ese punto, que generalmente aparecía a las 6:15 de la tarde. -Apareces temprano para que en situaciones de disconfort y discrepancia como hoy mi padecimiento sea mayor. Algo no anda bien en mi vida. El que escribió mi libro del destino era analfabeta.-

Escribir o no escribir. Esa es la cuestión en tiempos modernos. ¿Quiñones? Con la jermu. ¿Ferro? Sigue en el Nacional. –No, el enamorado-. Ah, ese. Pues, enamorándose.

-Si hubiera publicado esa nota a tiempo tendría los noise-cancelling. Cancelaría la algarabía. La externa y la interna.- Ya no sabe cuál es peor. Cuál aterra más. Cuál es más perjudicial.

Los platillos, los rotos y los enteros, se secaban en el hall del primer piso. Tantos pensamientos no le habían dejando un solo espacio en su apartamento.

La necesito ya. Me ando cagando en todo y ahora la cagué. Ahora perdió Boca. Ahora perdí yo.

-Escribir. Le musitó el portero a la televisión-.
-Debe ser la falta de gol la que tiene a este jovie así-
-Una nota. Simple y breve. El único mensaje que ha de quedar claro es que todo era por el bien de ambos. Para hacerla más feliz a ella. Y en una servilleta. Evidencia desesperación-.
-¿Más?-
-Nunca hace falta-

La mesa, bañada en tinto color caramelo. Podría llevar unas 3 horas y no se había secado.

-Esta bien. No aguanto más. La impaciencia me arrebató todo. La amo. Le escribiré-


–Pero no sobre los platillos. Están rotos, desadaptado–

miércoles, 6 de mayo de 2015

Sobre él

El día de hoy algo ocurrió que hizo que cambiara el tema de la entrada. Muy juicioso había empezado a escribir sobre qué se yo esta mañana. Pero pasada la tarde, Dios, su hijo y el espíritu santo todos convertidos en uno hicieron más felices a la humanidad que cuando Jesús convirtió el agua en vino. Si yo fuera hincha del Bayern Munich, no podría hacer nada más que aplaudir y llenarme de felicidad y orgullo. “A mi equipo lo derrotaron con trampa”. De su lado estaba el mejor jugador el mundo. Desde que por allá los ingleses cogieron una pelota y empezaron a patearla, estoy seguro que nadie nunca había visto algo así.

No soy argentino, pero es tan su grandeza que me siento orgulloso de ser latinoamericano, la proximidad más mínima que tengo hacia ese ser. ¿Ser? No tengo ni idea cómo calificarlo. A Messi lo debería contratar la Mercedes o la Ferrari. ¿Cómo hace para hacer cambiar de ritmo, de velocidad a veintiún hombres más? Él tiene el control del tiempo y del espacio. Sufro espasmos en el cuerpo cuando el toma el balón y como si fuera la partícula de Dios genera la sensación que el campo de juego sea otro, que la vertiginosidad se convierta el protagonista y que simultáneamente las 80 mil personas que lo están viendo a su alrededor (ja, nervios cuáles) hagan que el estadio comience a temblar y a derrumbarse como un castillo de naipes.

Y nos alcahuetea. Queremos un gol de fuera del área, lo tenemos. Queremos un gol de izquierda, tenga. Queremos a un nivel 86 en FIFA 15 verse caer, tropezar y hundirse en el hueco de la desgracia y la humillación; tome. O queremos saber cómo el mejor arquero del mundo puede verse como aquél amigo gordo y fofo que siempre tapaba en el colegio, mientras observaba el balón elevarse encima suyo con la desesperación de no poder hacer nada y el entendimiento de que cualquier esfuerzo, lo hará quedar más en ridículo de lo que ya está.

Cuando tuve mi época de fiebre por Pink Floyd, recuerdo que solía verme The Wall una y otra vez con la singularidad de que cada vez que lo hacía, encontraba algo nuevo. Lo mismo me pasó con ese gol en el minuto 80. Llevo por hay unas catorce veces -sin contar las innumerables multi-tomas que nos ofrecen los productores- y en cada una noto algo distinto: un gesto, un movimiento, una cadera más desfigurada. Asimismo, presiento que algo va a cambiar, que él, con el poder que tiene, va a volver en el tiempo y hará el gol más hermoso. Bah, no puede. No puedes hacer Crimen de Gustavo Ceratti más bella. Simplemente la grandeza no tiene para dónde expandirse.

Por favor, sentemos a Platón, a Sócrates (tanto el brasileño como el griego), a Nietzche, a Kant, a Santo Tomás de Aquino, a Freud, a Gina Parody  que tantas explicaciones anda diciendo, a Aristóteles, a alguien que le pueda encontrar una lógica a lo que estamos viendo. Va más allá de la metafísica. Imagínense lo que puede llegar a hacer Cristopher Nolan con un sujeto así, dejaría a Interestellar como una película de caricaturas.

Iba a escribir sobre el contraste entre la Libertadores y la Champions. En cómo, a su propia manera, la genialidad de cada copa nos hace sentir el fútbol de un modo igual y desigual a la vez. Pero con la Capilla Sixtina que erigió un enano hoy en Barcelona, más le vale mañana a Osvaldo hacer 18 goles. Ni siquiera sé si alcanzaría.


Los tres de reposición de la semana: la izquierda de Messi, la derecha de Messi y Pep Guardiola, quien debió quedar satisfecho al apreciar que el discípulo venció al maestro.