domingo, 31 de enero de 2016

Sobre el arigato: primera impresión

La tierra de la humildad. Donde nadie se siente superior a nadie, donde nadie pasa por encima de nadie. Actualmente estoy donde la palabra “desarrollo” hace parte de la idiosincrasia de todos, así tengan cinco, treinta o ciento veinte años. Sí, ciento veinte, porque esa calma y tranquilidad los puede dejar viviendo la vida entera si quieren. Se irán de este mundo tan de mierda seguramente porque sus dioses se los ordenan. Les piden que se dejen de untar de todo lo malo que tenemos acá y se vayan al más allá junto a ellos, a continuar leyendo manga, comiendo arroz y a jugar en los pachinkos.

Dan las gracias cuando te hacen un favor. Dan las gracias cuando se despiden. Te dan las gracias cuando te piden que no les orines la pared de la casa. Tienen el sentido –sí, el común que es incomprensible por qué está tan ausente en lugares como Bogotá, Cundinamarca, Colombia, Sudamérica y planeta tierra en general- de ‘alabar’ al otro. El prójimo es superior a ti, respétalo y no lo trates como el orto. De nuevo, la humildad que es una cotidianidad tan inmensa como la sonrisa con la que te responden junto al placentero arigato. Lo mejor para sobrevivir es saludar con arigato, pedir un favor con arigato, dar las gracias con arigato y despedirse con arigato. Y lo van a entender todo perfecto y a todo van a responder con arigato. Y luego te van a hacer una venia porque, una vez mas, te respetan y por más que sean el David Beckham japonés, no te van a pordebajear.

Claro, ahora no hay que creer que en esta utopía o en este mundo feliz de Huxley –donde un día de estos con la tecnología que tienen se cansarán de calentar la taza del inodoro y empezarán a modificar bebés para que funcionen mejor o algo así- todo sea perfecto. Claro que hay tipos malos. Kawaga en el Manchester United es un ejemplo. Honda en el Milan es otro. Pero tipos más malos también los hay. Están los Yakuza y esas pandillas que solo vemos en Reto Tokyo. Y hablando del tránsito, la totalidad de la población es rotundamente mala, burra en cuanto a manejar. Ya es hora de que configuren sus robots para que les manejen y dejen la costumbre de manejar como en cierto país que se autodenomina el más feliz del mundo.

Nos dieron el manga, Pokemon Dragon Ball, Nintendo, Pokemon Mario, Sony, el Play, Winning Eleven, Pokemon el tren bala, los palitos que solo ellos saben utilizar, Pokemon, el hentai, los inodoros inteligentes, el sumo y el Pokemon. Sólo saben inventar las cosas realmente imprescindibles. Nada como en una ciudad donde se debe sacar hasta tres tarjetas para utilizar el sistema de transporte (ojo, ninguna de las tarjetas sirve para el metro porque no existe).

Algo impresionante: no hay basura en las calles. Algo más impresionante: no hay canecas en las calles. Será que se comen la basura, pero ante una falta de canecas no la tiran al piso; no tienen ningún problema en guardarla y llegarla a su casa a, sí, adivinaste, reciclarla. Porque reciclar es ilegal. En el país de las reglas es necesario tener papeles de la bicicleta (?) para montarla, así como permiso para estacionarla, de lo contrario te la confiscan y chau bicicleta. Así funcionan y así han funcionado desde que Godzilla los invadió. Su sencillez los hace únicos y su disciplina unos semi-dioses.

A lo mejor viven tan bien porque el fútbol no los carcome día a día.

*Esta fue la primera entrada desde la caricaturesca tierra del Japón. A finales de mayo habrá otra con las conclusiones finales acerca de un tercermundista en Pueblo Paleta.