Acabo
de realizar un viaje a Europa que me dejó muchas preguntas y no logré encontrar
la mitad de las respuestas. A medida que
el tren avanzaba, el paisaje cambiaba, los techos de las casas adoptaban un
color distinto y los asomados a las ventanas adquirían una tonalidad diferente.
Y claro, la cabina del tren se hacía más sofocante entre más nos dirigiéramos
hacia el este.
El
campo en cualquier rincón del planeta es igual y desigual a la vez. Si se toman
veinte paisajes rurales de veinte países distintos díganme qué diferencia van a
encontrar. ¿La montaña? ¿El cielo? Pero, ojo. Si miran más detalladamente
encontrarán lo que de verdad vale en esta vida. Eso precisamente. Los detalles.
El abrigo de algún local, lo desfasada que está la carretera, qué se yo, el
radio, el año del calendario de chicas desnudas.
Pero
este escenario siempre será rutinario.
¿Mi
sorpresa? Las ciudades. Aquellos lugares donde de verdad donde los contrastes
se resaltan con firmeza, donde la idoneidad de un pueblo se erige como los
altos edificios, donde se conjugan las singularidades y peculiaridades de una
ciudad con el fin de enamorarlo a uno y querer volver siempre; todas estas
características se están borrando como los letreros de las tiendas. Todas las
ciudades (en Europa al menos) se están homogenizando, se están convirtiendo en
una sola.
Como
siempre, vienen las excepciones. Paris, Berlín, Londres, Venecia, Roma. Son
ciudades que por mucha globalización que absorban siempre tendrán lo suyo. Y no
hablo sólo del Tower Bridge, el puente Rialto, Parc des Princes, etc. Es algo
en sus calles. Es la suciedad a la esquina. Es cómo sus habitantes fruncen el
ceño.
Concentrémonos
más en las ciudades intermedias. Estas son, por ejemplo, Stuttgart y Colonia en
Alemania; Manchester y Glasgow en el Reino Unido; Amberes en Bélgica, entre
otras. Todas cuentan con su imagen icónica, su postal famosa, el sitio donde
todos se toman foto y la suben a las redes sociales con el nombre de la ciudad
intercalando letras y espacios, algo así como para captar atención y darle
énfasis al hecho de que ellos viajan y los demás no.
Pero,
paren de contar. Si vas a Colonia encontrarás la catedral y la visitas y la ves
desde el puente y te comes el currywurst y la cerveza y foto al instagram “C O
L O G N E” y por que estás bebiendo algo distinto a Póker o a Club Colombia
sientes ya la efervescente sangre germana por tus venas y campeones del mundo y
yo siempre banqué a Götze y en definitiva, ya se te acabó todo. Puedes ir a los
museos, pero al día siguiente cuando estés afanoso buscando en donde subir la
siguiente foto ya se te habrá olvidado qué fueron las Cruzadas.
Pero,
para de contar de nuevo, al día siguiente irás a otra ciudad que en vez de
tener catedral tendrá algún otro ícono famoso que no importa cuándo lo
construyeron sino dónde estará construido el H&M de la ciudad, porque en el
H&M de Colonia no encontré la camisa que quería.
Catedral de Colonia |
Cualquier
ciudad de más de 100 mil habitantes a la que vayan, tendrá su calle comercial
con su H&M y su McDonalds y la farmacia famosa y su tienda por
departamentos y otras veinte tiendas que encontrarán regadas por todos lados.
Stuttgart. Al fondo, viñedos |
O a
lo mejor sea yo que esté yendo por los sitios equivocados. Porque claro, son en
estas calles donde se concentra toda la población. Tanto los locales (que
compran cantidades), como los turistas (que compran cantidades). Te desvías una
cuadra y te topas con el cocinero tomando su descanso, nomás.
Y si
les soy sincero, cada vez más me doy cuenta que la mejor forma de aprender
sobre los otros sitios (porque esa es la idea de viajar, no jactarse de que
mientras te tomas una birra frente al Louvre, en Bogotá hay mareas de basuras
de nuevo) no averiguando qué arquitecto Juan Luis José Daniel Nicolás construyó
en qué siglo ese edificio tan feo. Tienen que fijarse en la gente. Dónde comen,
cómo comen, qué comen, si eso que comen si les funciona o es pura facha. Qué
tanto hablan mientras comen. También pueden intentarlo con algo que no sea la
comida, si quieren eh. Te subes al metro ¿Cuánta gente va leyendo? ¿Qué tanto
hacen en sus celulares? ¿Cuándo se abren las puertas dejan salir y luego
entran? ¿Se colan?
Ya,
eso era todo. Una pequeña reflexión sobre las ciudades del primer mundo. Quizá
eso sea un plus para nosotros los tercermundistas. Bogotá, Cali y Medellín no
tienen absolutamente ningún parecido. Ni el Éxito, ni si quiera las rotas
calles. Los huecos en cada ciudad tienen su acentuación propia.
Nota:
cabe la aclaración de que gran parte de Colonia gracias al amigo Churchill fue
hecha trozos. Sin embargo, las partes que sobrevivieron, fueron tomando poco a
poco la misma imagen que las demás ciudades alemanas.
No
hubo fútbol pero siempre están los tres de reposición de la semana (de los
meses de ausencia): Memphis Depay, bienvenido próximo-a-ser-leyenda; la
delantera del Atlético de Madrid, a Simeone le va a causar más dolores de
cabeza saber a quién elegir entre esos cuatro fenómenos que el propio Real
Madrid; no sólo la vuelta de Tévez, sino la de Saviola y Aimar. Siempre hay que
estar agradecidos con quienes nos dan todo.