jueves, 23 de julio de 2015

Sobre las ciudades

Acabo de realizar un viaje a Europa que me dejó muchas preguntas y no logré encontrar la mitad de las respuestas.  A medida que el tren avanzaba, el paisaje cambiaba, los techos de las casas adoptaban un color distinto y los asomados a las ventanas adquirían una tonalidad diferente. Y claro, la cabina del tren se hacía más sofocante entre más nos dirigiéramos hacia el este.

El campo en cualquier rincón del planeta es igual y desigual a la vez. Si se toman veinte paisajes rurales de veinte países distintos díganme qué diferencia van a encontrar. ¿La montaña? ¿El cielo? Pero, ojo. Si miran más detalladamente encontrarán lo que de verdad vale en esta vida. Eso precisamente. Los detalles. El abrigo de algún local, lo desfasada que está la carretera, qué se yo, el radio, el año del calendario de chicas desnudas.

Pero este escenario siempre será  rutinario.
¿Mi sorpresa? Las ciudades. Aquellos lugares donde de verdad donde los contrastes se resaltan con firmeza, donde la idoneidad de un pueblo se erige como los altos edificios, donde se conjugan las singularidades y peculiaridades de una ciudad con el fin de enamorarlo a uno y querer volver siempre; todas estas características se están borrando como los letreros de las tiendas. Todas las ciudades (en Europa al menos) se están homogenizando, se están convirtiendo en una sola.

Como siempre, vienen las excepciones. Paris, Berlín, Londres, Venecia, Roma. Son ciudades que por mucha globalización que absorban siempre tendrán lo suyo. Y no hablo sólo del Tower Bridge, el puente Rialto, Parc des Princes, etc. Es algo en sus calles. Es la suciedad a la esquina. Es cómo sus habitantes fruncen el ceño.

Concentrémonos más en las ciudades intermedias. Estas son, por ejemplo, Stuttgart y Colonia en Alemania; Manchester y Glasgow en el Reino Unido; Amberes en Bélgica, entre otras. Todas cuentan con su imagen icónica, su postal famosa, el sitio donde todos se toman foto y la suben a las redes sociales con el nombre de la ciudad intercalando letras y espacios, algo así como para captar atención y darle énfasis al hecho de que ellos viajan y los demás no.

Pero, paren de contar. Si vas a Colonia encontrarás la catedral y la visitas y la ves desde el puente y te comes el currywurst y la cerveza y foto al instagram “C O L O G N E” y por que estás bebiendo algo distinto a Póker o a Club Colombia sientes ya la efervescente sangre germana por tus venas y campeones del mundo y yo siempre banqué a Götze y en definitiva, ya se te acabó todo. Puedes ir a los museos, pero al día siguiente cuando estés afanoso buscando en donde subir la siguiente foto ya se te habrá olvidado qué fueron las Cruzadas.

Pero, para de contar de nuevo, al día siguiente irás a otra ciudad que en vez de tener catedral tendrá algún otro ícono famoso que no importa cuándo lo construyeron sino dónde estará construido el H&M de la ciudad, porque en el H&M de Colonia no encontré la camisa que quería.

Catedral de Colonia
Y es a esto precisamente, a este tipo de tiendas (eh, tan anticapitalista burro) que estas ciudades que algún día fueron pueblos y algún día serán metrópolis, perdieron su esencia y lo único que conservan son recuerdos y la nostalgia de sus habitantes.

Cualquier ciudad de más de 100 mil habitantes a la que vayan, tendrá su calle comercial con su H&M y su McDonalds y la farmacia famosa y su tienda por departamentos y otras veinte tiendas que encontrarán regadas por todos lados.
Stuttgart. Al fondo, viñedos

O a lo mejor sea yo que esté yendo por los sitios equivocados. Porque claro, son en estas calles donde se concentra toda la población. Tanto los locales (que compran cantidades), como los turistas (que compran cantidades). Te desvías una cuadra y te topas con el cocinero tomando su descanso, nomás.

Y si les soy sincero, cada vez más me doy cuenta que la mejor forma de aprender sobre los otros sitios (porque esa es la idea de viajar, no jactarse de que mientras te tomas una birra frente al Louvre, en Bogotá hay mareas de basuras de nuevo) no averiguando qué arquitecto Juan Luis José Daniel Nicolás construyó en qué siglo ese edificio tan feo. Tienen que fijarse en la gente. Dónde comen, cómo comen, qué comen, si eso que comen si les funciona o es pura facha. Qué tanto hablan mientras comen. También pueden intentarlo con algo que no sea la comida, si quieren eh. Te subes al metro ¿Cuánta gente va leyendo? ¿Qué tanto hacen en sus celulares? ¿Cuándo se abren las puertas dejan salir y luego entran? ¿Se colan?

Ya, eso era todo. Una pequeña reflexión sobre las ciudades del primer mundo. Quizá eso sea un plus para nosotros los tercermundistas. Bogotá, Cali y Medellín no tienen absolutamente ningún parecido. Ni el Éxito, ni si quiera las rotas calles. Los huecos en cada ciudad tienen su acentuación propia.


Nota: cabe la aclaración de que gran parte de Colonia gracias al amigo Churchill fue hecha trozos. Sin embargo, las partes que sobrevivieron, fueron tomando poco a poco la misma imagen que las demás ciudades alemanas.


No hubo fútbol pero siempre están los tres de reposición de la semana (de los meses de ausencia): Memphis Depay, bienvenido próximo-a-ser-leyenda; la delantera del Atlético de Madrid, a Simeone le va a causar más dolores de cabeza saber a quién elegir entre esos cuatro fenómenos que el propio Real Madrid; no sólo la vuelta de Tévez, sino la de Saviola y Aimar. Siempre hay que estar agradecidos con quienes nos dan todo.