No lo vi. Ni atención le quise poner.
Desde ese oscurísimo 14 de mayo que tengo una esquina de mi corazón ausente. Se
rompió y se fue. Y no ha vuelto. No me ha hecho falta la verdad. Esto no quiere
decir que lo odie. Odiar jamás. Es tan sólo un desamor, una decepción profunda
en la que no juzgas pero desapruebas. Qué tan manchado anda todo. A veces
presiento que el abismo está ahí nomás. Tan cerca como la ida de Falcao al
Unión o al Junior.
De nuevo, odio no es. Es indignación.
Hace falta un detalle que te deje descansar con tranquilidad. Una verdad, una
declaración, una decisión, qué sé yo, lo que sea. Algo que haga que la herida
por fin cierre, para que llegue la reconciliación. Era consciente de lo que
sucedía, mas no había caído en cuenta de la magnitud de lo que estaba
sucediendo.
Dos títulos, próximo año doble copa,
Tévez is back, goleadores, ganadores, llenando estadios, el mejor de todos, la
mitad mas uno, bla. Este no fue el año, para mí. Existe una gruesa línea entre
“convencer” y “poder de convencimiento”. El uno, deslumbra a los bobos, el
otro, atrae a los bobos también. Pero bobos con criterio, al menos. Pues este
equipo convenció sin poder de convencimiento. Tanto equipo como directivas. Y
no soy sólo yo eh. No recuerdo haber leído mas de 5 tuits a lo largo del
semestre que sobresalten la calidad del equipo, las individualidades, el
esquema o quizá, algún gesto directivo –el que sea-.
Ya ha pasado un buen tiempo desde que
nuestro amigo panadero, con ese sombrero de bobo –a él lo convencen, no tiene
ni idea qué es “poder de convencimiento”- me quitó la última ilusión que me
quedaba: el amor por un deporte que no tiene sentido. Nada tiene sentido, pero
el fútbol tiene menos sentido que la nada. Veintidós tipos detrás de una número
cinco con jóvenes con el bachillerato incompleto gastándolos alambrado de por
medio, ¿qué de eso va a tener sentido? Que vayas religiosamente cada quince
días a ver como alguien que se hace llamar “colegial” –la ironía de las cosas-
te pite en tu cara un penal en contra y luego grites porque tu arquero atajó
pero el central –que tampoco tiene bachillerato completo- tomó el rebote y la
metió y vaya y te celebre a 5 metros y se coja las güevas como si necesitara
urgente una intervención urológica y luego se frota la camiseta como si de la
nada saliera un genio al cual seguramente le pediría el deseo de seguir jugando
este deporte sin sentido pero en otro equipo y con más plata. ¿Sentido?
¿Dónde?. No lo tiene, por eso lo queremos tanto.
Seguramente el siguiente campeonato vendrá
y ahí miraré los goles y seguiré a los jugadores en las redes y veré sus
cábalas de tomarse fotos topless porque así es que ganamos siempre –de nuevo,
sentido nunca-. Pero ya el amor no será igual. No seré capaz de celebrar un gol
de Boca, hasta que Boca no me demuestre que volverá a ser el mismo equipo que
se dedica a una sola cosa: darle un sentido a la vida.
Los Tres de Reposición de la semana: La segunda del Celta. No es más.